Con el Bautismo nos insertamos en el Cuerpo Místico de Cristo, somos consagrados, y a través de esta incorporación estamos llamados a participar del Amor de Dios.
La oración es mucho más que una serie de peticiones o agradecimientos. Orar significa ante todo abandonarse por completo a la voluntad del Padre, seguir a Cristo con absoluta confianza.
El significado principal de la oración radica en buscar el encuentro con Dios, independientemente de lo que pidamos o recibamos. Es una necesidad de nuestra alma unirse con su Creador, con su Todo.
Puede parecer extraño pero cuando sentimos la necesidad de orar, muchas veces la iniciativa es de Dios, es Él quien nos desea, quien nos llama y quien nos quiere conocer. Por eso la oración puede verse como una forma de responder al llamado del Señor.
Dios quiere utilizarnos para llevar a cabo su plan de salvación y para ello nos ofrece una alianza en la historia sagrada. En Cristo con Cristo y para Cristo, estamos incluidos en el Nuevo Pacto.
Por tanto, la verdadera oración es consagración, es ponerse con Jesús hacia el Padre para vivir su Voluntad, esta es la oración del corazón. Con esta oración abrimos la puerta de nuestro corazón y nuestro corazón se convierte en la casa de Dios, donde Él vive y actúa.
Unirse a la Causa es esencialmente estar disponible para la Divina Voluntad y esta es nuestra mayor contribución, la mayor ayuda que podemos dar.
Lo que le pedimos a la Iglesia no quiere ser realizar nuestro piadoso deseo, sino tener en cuenta la convicción de muchas personas y emitir un juicio de mérito.
Estamos convencidos del mandato divino que la Iglesia ha recibido para el bien de la humanidad, por lo que debemos unirnos en una oración confiada y poderosa para pedir el reconocimiento del martirio de los niños no nacidos muertos por aborto.
Te lo pedimos con la intercesión de María Santísima Esposa del Espíritu Santo.
Debemos orar juntos y organizar reuniones de oración.